La tallerísta de bordado
Texto: María Eugenia
Ilustración: Freddy
María Eugenia es una mujer que lleva cinco años en el faro Tecómitl con el taller de bordado. Según ella, desde que inició su taller no ha habido semestre en el que repita técnica. Y es que ella tiene mucha experiencia. Su mamá y abuela fueron grandes bordadoras. Su abuela bordaba sobre manta con punto de cruz. Una gran habilidad digna de admiración, confiesa María. Sus primeras puntadas fueron desde muy niña sentada al lado de ellas dos. Según recuerda, en las tardes se reunían en casa a bordar juntas. La pequeña María las veía de lejos y se asomaba por detrás de los hombros de alguna para ver cómo lo hacían. Una tarde de tantas, ella le dijo a su mamá que quería intentarlo. Entonces, su mamá buscó algún retazo de tela y dibujó algo para ella. Ahí inició su gran hobby, como lo llama.
Confeccionó su primera pieza, una servilleta con rosas, cuando estaba en el tercer o cuarto año de primaria. Desde entonces su mayor pasión ha sido el bordado. Coleccionó revistas, vio todos los programas de bordado que pudo, además de perfeccionar el bordado rústico y el punto de cruz, técnicas que aprendió de su abuela y su mamá. Poco a poco su repertorio de puntadas creció. Con el paso del tiempo, fue ella quien enseñó nuevos estilos a su madre, pues, sus manos, guiadas por su entusiasmo y curiosidad insaciables, aprendieron con precisión la forma de bordar de Higaldo, de Ciudad de México, Michoacán y del itzmo.
